El cristalino de sus ojos reflejaba el cielo crepuscular que abrazaba su universo mientras yacía recostada sobre la arena, con sus delgados dedos entrelazados y depositados sobre el abdomen que ascendía y descendía al tiempo que recordaba momentos que fueron entonces inmortalizados en fotografías que le parecieron propias de un acto premeditado del destino…se transformaron en dejavus sobre el diario de un viajero errante. Las olas del mar no hacían más que llevarle mensajes encriptados en ese lenguaje profundo que solo ella podía comprender, remitentes desconocidos que anhelaban amores lejanos y en su afán catártico de librarse de ese sentimiento de extrañar los besos y abrazos que ahora son fantasmas fueron arrojados a las profundidades azules de un océano que nadie se ha atrevido jamás a explorar. Se había convertido en un testigo mudo de todo aquello que el mundo desconoce. Una confidente atrapada en un sueño infinito a veces perfecto…a veces tan frágil, casi al borde de besar la realidad que la mayoría del tiempo le desconcertaba. Su romance con el presente la encajaba en el firmamento en donde sabía con certeza que sus enormes alas jamás se cansarían de batir y escapar en complicidad hacia el universo que la aguardaba con sus misterios gestados hacia eones. Siente la arena bajo tus espaldas, ahora cierra los ojos que es momento de soñar.
Mientras las luces del exterior se filtraban por la ventana y el agua caía a chorros por las gárgolas del edificio, Chris yacía tendido en su cama con un ojo abierto y sin poder conciliar el sueño. Pero aun despierto gustaba de imaginar el mundo de antaño tal cual lo había admirado en algunas fotografías que aparecían en libros y revistas de casi cien años atrás, prácticamente dos generaciones fueron presentes de la gestación de ese parasito tecnológico que se alimento de las mentes y las vidas del mundo. Adriana al otro lado de la cama encogida en posición fetal había ya desistido de compartir el mismo anhelo de Chris, a final de cuentas ella había nacido en el mundo tal cual lo conocía, sin luz natural, violento y dolorosamente frio…todo aquel tinte místico y ápice de inspiración que en el pasado había surgido al plasmarlo, fue sustituido por luces de led y altos rascacielos, e incluso ese toque humano se había esfumado dando paso a vida artificial y sin conciencia, sin errores ellos decían y afirmaban a su vez que era más peligroso y complicado lidiar con personas que con un atajo de circuitos impresos y microchips. Afuera de ese departamento un montón de muchedumbre menos afortunada se conglomera en una revuelta anarquista que no pareciera tener fin. Colérico el líder que los guía les invita a reclamar lo que hacía tiempo se les fue arrebatado, el caos había superado incluso la cresta que muchos metafísicos manifiestan como un elemento temporal, sin embargo ahora muchas teorías eran descartadas, muchos sueños, anhelos, sentimientos y pensamientos eran reprimidos, sustituidos por un capitalismo desenfrenado y una antidemocracia. -Cuando comenzó todo esto?- pregunto un joven desde la segunda fila de aquella revuelta. La mayoría lo ignoraba, unos pocos habían formulado la misma pregunta en sus mentes desde que tenían uso de razón y así mismo divagaron hasta llegar a la misma conclusión. -Desde el principio…es nuestra condición, aquellos hombres de poder pudieron llevar al mundo a su decadencia y nosotros hermano mío dimos ese pequeño empujón- Le respondió aquel hombre de pinta cansada pero nunca resignada, aferrada a una ilusión…a una utopía, a una redención que quizás nunca llegaría. -Estoy demasiado viejo, demasiado cansado, y quiero eliminar el concepto de sobrevivencia de mi diccionario, es tiempo de buscar la redención y deseo pensar que podríamos tener la solución al problema que hemos nosotros mismos planteado- Decía el orador mientras contemplaba a lo lejos las luces azules y rojas que lo persiguieron toda su vida. Frente a aquel convoy un hombre se aferraba al mando de su vehículo clavando su mirada y enfocándola en un zoom infrarrojo fijando aquel blanco que había perseguido desde su concepción.
Los días no se distinguen de las noches, la oscuridad es perpetua y casi siempre húmeda…contemplo con nostalgia algún detalle que me saque del presente, siempre me detengo a buscarlos, es lo único que me devuelve la cordura pero al mismo tiempo me hace sentir culpable, espero poder conservar aunque sea ese sentimiento bueno o malo que me hace ser humano.
Después de escapar de los territorios, el caminante errante detuvo su marcha en la orilla de la noche plutónica. Su cansado paso y la ausencia de todo ápice de prudencia le llevo a sumergirse en el profundo sueño bajo el árbol custodio de una lapida olvidada, que el infortunio años atrás le llevo a erguirse con cuerpo de frio mármol a la orilla del siniestro camino. Escudriñando en aquel sueño quiso descifrar el grito desesperado en aquella negrura, solo el sonido de entrañas de metal contrayéndose pudo advertirle que había vuelto, que las lagrimas mezcladas con cenizas rodarían de nuevo por aquel rostro a veces infantil lleno de hollín. Sus esperanzas se escaparon cuando su mirar se aclaro en la escena que vivía día a día, el reloj digital marcaba las 3:40 a.m. cuando el devorador de almas se postraba ante la débil figura de su hermano cuyo mirar solo reflejaba resignación, sin angustia ni temores pero quizás con dudas de cómo sus pasos les habían llevado hacia aquel lugar. -No habrás de abandonar tu oficio de luchador, tus enemigos cayeron víctimas de su confianza y soberbia…ellos siempre te miraron con sus ojos posados hacia el cielo, llenos de desconcierto y un poco miedo y sin embargo hoy te rindes hermano?- Le decía el caminante errante mientras encadenado con lastimosos grilletes invisibles trataba inútilmente de salvarle de una eternidad oscura. -A ellos los entendía, sus movimientos naturales y previsibles delataban sus debilidades…sin embargo ni el más agudo rayo de luz puede penetrar en la oscuridad que tengo enfrente, si merezco el más cruel castigo mi última voluntad seria la verdad- Decía aquel peleador con una mueca que no expresaba más que incertidumbre. La vorágine que envolvía al sueño de pronto regreso al errante a la realidad, de vuelta a la oscura y solitaria carretera con esa niebla que recorre el camino asfaltado como un dragón místico, cuyos ojos malignos le vigilan desde a lo lejos de aquel inhóspito lugar.